En búsqueda de la verdad a más de 100 años de una matanza fronteriza

Al hablar de uno de los capítulos más oscuros de la historia de Texas, ¿qué versión de la historia se recuerda?

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Raúl Urias

Desiree Rios

April 1920

Mientras iban de camino a una boda, un grupo de hombres se detuvo en un corral cercano a la frontera de Texas y México para descansar y darle agua a sus caballos.

Oficiales federales los vieron y sospecharon que ellos estaban intentando ingresar licor como contrabando.

Lo que sucedería después ha sido tema de debate por más de cien años. Mientras los registros públicos y los libros de historia cuentan una versión, los descendientes de los viajeros cuentan otra.

Hay diferencias en los temas fundamentales (¿Quién disparó primero?) y en los detalles (¿Cuántas personas estuvieron en el lugar de los hechos?). Las ramificaciones de estos eventos todavía tienen eco en el presente.

La versión de la familia

La versión de los oficiales

Los viajeros se dirigían a una boda en México y llevaban regalos para los prometidos. El novio estaba entre los que iban en la caravana.

Cien años después

La forma de recordar estos hechos históricos es algo que por generaciones ha enfrentado a los descendientes de los hombres asesinados contra los Rangers y sus partidarios.

Los miembros de este grupo fronterizo — comúnmente las estrellas de los cuentos del Viejo Oeste — son héroes para muchos texanos. Pero estas familias tejanas de orígen hispano y mexicano, procedentes de un pequeño pueblo al norte de México, dicen que hay más por contar en la historia de estos oficiales.

Crescencio Oliveira Jr. iba a casarse con María de Jesús "Chucha" Gutiérrez en la Iglesia Católica Sagrado Corazón de Jesús, en Parás, México.

La historia oficial de Texas ha descrito a estos hombres tejanos como contrabandistas de tequila que terminaron hallando el destino que se merecían: morir a tiros en un corral de la frontera.

Pero, por años, sus descendientes indignados han disputado esta versión de los hechos. Por generaciones, han registrado su propia historia a través de corridos, canciones tradicionales con una narrativa contraria a la oficial. De acuerdo a los familiares, el caso de estos hombres fue solo uno entre los muchos mexicanoamericanos con raíces en el sur de Texas que murieron bajo circunstancias sospechosas en encuentros con policías blancos, quienes ejercían el poder del gobierno texano a punta de gatillo.

Estas familias están desafiando, de manera profunda, la visión heroíca e idílica asociada con los Rangers, quienes son vistos como una personificación de la misma Texas. Esta fuerza policial, la cual se organizó hace más de 200 años con la función de proteger a los 300 colonos blancos que se mudaron a lo que era, en ese entonces, territorio mexicano, han sido protagonistas de docenas de películas y series televisivas, donde aparecen como sensatos hombres de la ley.

“Los Rangers han tenido por años y años una red de promotores y una fábrica narrativa que promovió esta imagen. Esto es lo que Hollywood quería y lo que los periódicos de la época querían, así que eso es lo que sobrevivió”, dice Doug Swanson, autor del libro sobre la historia de los Rangers titulado “Cult of Glory: The Bold and Brutal History of the Texas Rangers.” “Pero solo la mitad de esa versión es verdad, o quizás menos.”

Los hombres murieron en una época en que una serie de hechos llevaron a muchas confrontaciones sangrientas entre tejanos y las autoridades blancas: la Ley Seca en Estados Unidos, el aumento de personas que tomaban justicia por mano propia, las llamadas leyes de Juan Crow — que discriminaban contra los mexicanos — y la Revolución Mexicana de 1910. La violencia en la frontera fue parte de las tensiones étnicas y raciales que estaban aquejando a una cambiante nación al borde de una guerra mundial. Esto además sucedía en una época donde las autoridades de gobierno intentaban ejercer más control sobre una frontera que todavía era porosa, donde personas y bienes se habían movido de un lado a otro de manera libre y frecuente por generaciones.

Esta lucha hace eco de una tensión mayor en Texas — y alrededor del país — sobre quién controla la versión de la historia estadounidense. Aunque gran parte de la atención ha estado centrada en la historia de la población negra, los intentos de relatar la versión de los hispanos han hallado similares conflictos, reflejando cómo otro complejo periodo de la historia de Estados Unidos podría ser materia de debate.

“Creo que a largo plazo la verdad triunfa, no la ficción, no la historia feliz,” dijo Walter L. Buenger, profesor de la Universidad de Texas en Austin e historiador especialista en Texas. “La verdad triunfa, aunque a veces esto sucede de manera agonizantemente lenta.”

El Departamento de Seguridad Pública de Texas, del cual los Rangers son parte, y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos declinaron la posibilidad de hacer comentarios para este artículo. “No existe relación alguna entre la versión moderna de los Rangers de Texas de la actualidad – o del Departamento de Seguridad Pública de Texas – y los incidentes a los que usted hace referencia,” dijo Ericka Miller, vocera del Departamento de Seguridad Pública a través de un comunicado. “Los Rangers de Texas de la actualidad están compuestos por hombres y mujeres de principios, con gran habilidad e integridad, quienes están totalmente comprometidos con el cumplimiento de la ley.”

Lydia Canales Oliveira, 95

Sobrina nieta de Crescencio Oliveira Jr.

Lydia Oliveira Canales está convencida de que los Rangers de Texas mataron a balazos a su tío abuelo. Crescencio Oliveira, de 22 años, fue uno de los tejanos emboscados por los agentes policiales, quienes luego lo dejaron moribundo en el lugar de los hechos, de acuerdo a sus descendientes. Los tiros fueron disparados desde una cerca de madera de mezquite, donde se encontraban hombres a caballo con placas, los cuales serían reconocidos más tarde por dos sobrevivientes como Rangers de Texas.

Lydia Oliveira Canales en las afueras de su hogar en Benavides, Texas.

Cuando era niña, la bisabuela de Oliveira Canales muchas veces la envió a llevar tres ramos de flores a las respectivas tumbas de Crescencio Oliveira Jr., Dionisio Maldonado, quien murió a los 42 años, y Vicente Aguilar, quien murió a los 49. Los tres hombres eran amigos y tenían ranchos de ganado en el sur de Texas y México. Cuando murieron, iban viajando juntos a la boda de Crescencio Oliveira. El viaje de casi 150 millas (241 kilómetros) debería haberles tomado entre cinco y siete días a caballo. Iban más o menos en la mitad del trayecto cuando sucedió el tiroteo.

La sepultura de Crescencio Oliveira Jr. en Benavides, Texas.

La obsesión de Lydia con las muertes de su pariente y sus amigos comenzó con una reunión familiar en México, donde escuchó una canción.

El corrido, grabado en 1948, habla de cinco hombres, incluyendo su tío abuelo, que viajaban a una boda en Parás, México, y fueron emboscados en un corral cercano a la ciudad fronteriza de Laredo por los “rinches con corazón de gallina,” haciendo referencia a los Rangers de Texas.

“Lo que siento es a mi Chucha, que dejé pedida y dada,” dice Crescencio Oliveira en la canción mientras muere, haciendo referencia a su prometida.

La balada ofrece una versión de sus muertes que, para Oliveira Canales y muchos en su familia, es tan importante como los recortes de los periódicos o los reportes policiales.

Desde entonces, Oliveira Canales ha investigado la historia de los Rangers, a quienes culpa por sus muertes, y ha recolectado historias de parientes y otros cercanos que dicen recordar lo que sucedió.

Su tatarabuelo, Crescencio Oliveira Sr., le dijo que los Rangers no le querían permitir recuperar el cuerpo de su hijo. Las familias debieron organizar una operación clandestina para traer su cadáver a casa, de acuerdo con su relato. Los residentes de la zona a los que ella entrevistó le dijeron que pusieron lámparas a lo largo de las calles en honor a los fallecidos, acompañando el paso de la carreta que los llevó.

Casi todos los hombres en su familia nacidos después de la matanza serían bautizados como Crescencio.

Mientras más fue informándose del hecho, más creció su ira.

“Fue un hecho sin sentido”, dijo Canales Oliveira. “No estaban haciendo nada que mereciera matarlos. Yo no podía… Todavía no puedo entenderlo.”

Las historias que escuchó reflejan una época brutal en la historia del sur de Texas.

Oliveira Canales creció alrededor de relatos sobre La Matanza, el periodo entre 1910 y 1920 durante el que, según algunos historiadores, entre 500 y 5.000 personas de origen mexicano fueron asesinados en hechos de violencia fronteriza, incluyendo a manos de los Rangers (un artículo del Museo de los Rangers de Texas estimó una cantidad de muertes mucho más baja, diciendo que no hay suficiente evidencia que demuestre estos números más altos).

En 2022, Oliveira Canales contó su versión de la historia –acusando directamente a los Rangers– en el periódico McAllen Monitor, el que publicó un artículo, citando la investigación de los descendientes y titulando la noticia “Los Rangers de Texas mataron a tres hombres hace un siglo; ahora el Condado Duval dice que fue un asesinato”.

Un mes antes, la Comisión Histórica del Condado Duval presentó una proclamación declarando que los tres hombres habían sido emboscados y que “nunca se hizo justicia frente a los Rangers de Texas”.

Más de 200 personas – algunos incluso viajando desde México y California – llenaron la corte local para un emocionante evento. Un dúo cantó el corrido que relataba su versión de los hechos, mientras los asistentes lloraban y reían.

“Aquí estamos ciento y algo años después y los Oliveiras, los Aguilares y los Maldonados todavía están juntos,” dijo Marianella Quiroga Franklin, tataranieta de Dionisio Maldonado, en declaraciones al Monitor. “Somos una familia grande, fuerte y resiliente.”

Pero unos pocos días antes del evento, Oliveira Canales recibió una llamada de Russell Molina, el director del Comité Bicentenario de los Texas Rangers.

La llamada duró solo unos minutos y dejó a Oliveira Canales desconcertada. “Me dijo que yo estaba equivocada y que nunca fueron los Rangers”, recuerda.

Ella se sintió presionada a cambiar su versión, pero finalmente le dijo a Molina “Bueno, yo sigo segura de lo que he dicho”.

Una estatua afuera del Salón de la Fama y Museo de los Rangers de Texas, en Waco, Texas.

En 1920, los periódicos locales imprimieron la versión oficial de la muerte de los hombres. Agentes federales de Aduana – no los Rangers – respondieron a disparos luego de que una pandilla de siete hombres – no cinco – intentaran cruzar por una ruta de contrabando y les dispararan antes. Los oficiales no encontraron alcohol, pero sí varios pares de zapatos, comida y armamento.

Esta es la versión de la historia con la que Molina intentó rebatir a Oliveira Canales, dice ella. Molina recuerda haber hecho la llamada, pero no los datos específicos. Le dijo a ella que la versión de su familia era injusta con los Rangers, quienes muchas veces eran mostrados como villanos entre hispanos y mexicanoamericanos.

Russell Molina, líder del Comité Bicentenario de los Rangers de Texas, en el césped al suroeste del Capitolio de Texas, en Austin, dónde se organizó un evento para comemorar el aniversario.

Molina lleva años defendiendo a lo que llama los Rangers “modernos,” que fueron establecidos hace 201 años y tienen como misión trabajar en los casos de más alto perfil y más complejos del estado. Sus investigadores profesionales han pasado de luchar contra “indios merodeantes y bandidos mexicanos”, como explica el sitio de la agencia, a investigar el tiroteo de Uvalde en 2022.

Molina, cuyo padre fue designado en 1993 como el primer sheriff hispano del Condado Fort Bend en las cercanías de Houston, dice que creció rodeado de agentes policiales y que se hizo amigo de muchos Rangers a través de sus negocios y conexiones sociales. Un amigo de su familia, Tony Leal, fue el primer hispano jefe de los Rangers “modernos”.

Molina –quien se identifica como hispano pero que dice que fue criado en la década de 1970, cuando la presión para asimilarse “lo más posible a los anglo” era enorme– acepta que la historia de los Ranger sí incluye algunos comportamientos reprochables. Sin embargo, él cree que los intentos de grupos liberales de revisar los registros históricos han ido demasiado lejos y los culpa por oscurecer el legado de la agencia.

“No puedes responsabilizar a los Rangers de hoy por los hechos cometidos en el pasado. Fue algo malo, pero eso era entonces y esto es ahora”, dice Molina, quien es copropietario de una tienda de sombreros de vaquero que vende los clásicos sombreros de tono claro que usan los Rangers, conocidos como “silverbelly” entre los aficionados a estos accesorios.

Ana Campos, su hijo Kolton Lee y esposo Arturo Campos observan antigüedades de los Rangers de Texas que se presentaron en la gala celebrando el bicentenario de esta organización, en el Hotel Fairmont, en Austin, el pasado noviembre.

En 2020, cuando la Fundación de la Asociación de los Rangers de Texas, que apoya a agentes activos y veteranos de la organización, comenzó a prepararse para el bicentenario de la agencia en 2023, Molina fue designado como director del evento. Las extensas celebraciones, explicó Molina, intentaron fortalecer la historia de los Rangers en miras del aniversario número 200 del estado,que sucederá en 2036.

El año pasado, como parte de las celebraciones le tocó organizar competencias de tiro, arreos de ganado como se estila en Texas y visitas a escuelas. A su vez, mantuvo consigo un papel con respuestas a las preguntas más controversiales de la historia de los Rangers. El empresario tenía una lista con los miembros del Salón de la Fama de su agencia, en la que marcó a algunos nombres con distintos colores. El rojo está reservado para los agentes más problemáticos, como por ejemplo John B. Jones, quien fuera capitán confederado y esclavista.

En ocasiones, Molina debió enfrentar preguntas sobre la Masacre de Porvenir, en 1918, en la que los Rangers fueron acusados de matar ilegalmente a quince hombres y niños mexicanos, en un pequeño pueblo al sureste de El Paso.

Una investigación realizada en 1919 por José T. Canales, el único legislador mexicano estadounidense de la legislatura de Texas en ese entonces, registró un patrón de violencia y mala conducta entre los Rangers en la frontera, incluyendo lo sucedido en Porvenir. El estado, sin embargo, escondió el reporte por 50 años, incluyendo los relatos de primera mano de las víctimas.

Nadie fue acusado judicialmente por las muertes en Porvenir y los sobrevivientes se dedicaron a luchar por cien años para tener un monumento histórico estatal oficial que conmemora la masacre. “La información siempre ha estado inclinada hacia los anglos”, dijo Arlinda Valencia, tataranieta de uno de los hombres asesinados en Porvenir. “El mexicano siempre fue el bandido, siempre se lo mereció. Crecimos con el ojo amoratado del trauma y con la vergüenza en nuestros nombres”.

De acuerdo a Molina, los Rangers habían escuchado que la gente del pueblo estaba apoyando a bandidos que habían cometido un ataque fatal al rancho de una familia blanca, unos días antes (historiadores dicen que hay poca evidencia de este apoyo). “Si ves lo bueno, lo malo y lo feo de los Rangers, hay mucho más bueno que malo”, dice.

Cuando los parientes de estos tres supuestos contrabandistas tejanos le enrostraron otra mancha en el legado de los Rangers, Molina dice que él pidió pruebas. Le escribió un correo electrónico a Graciela Treviño Gonzales, en ese momento líder de la Comisión Histórica del Condado Duval, quien había organizado la ceremonia honrando a los tres hombres. Le pidió evidencia que demostrara la historia de los parientes. Él le envió, a su vez, los recortes de los periódicos para fundamentar su posición diciendo que los Rangers no estuvieron involucrados.

Estos broches conmemorativos de los Rangers de Texas fueron distribuidos durante el asado de noviembre.

“Aunque es cierto que algunos Rangers en el pasado y sus adherentes han propagado, en ocasiones, mitos para su propio beneficio, es importante también agregar que hay posiblemente una cantidad similar de mitos que son anti Rangers.”

Un reporte federal de 1931 sobre la época de la Prohibición deletreó erróneamente los nombres de los asesinados, pero los incluyó en una lista de personas que murieron en manos de agentes de Aduana federales, Molina le dijo a Treviño Gonzales. “Los agentes dispararon en defensa propia”, dijo.

Treviño Gonzales no se convenció. “Su punto fue ‘por favor no dañes nuestra glorificada imagen de los Rangers durante nuestro bicentenario’”, explicó sobre su conversación con Molina. “Pero ¿qué mejor momento para revisitar estas historias que ahora? Nosotros tenemos que darles una oportunidad a las versiones de todos y que sean otros los que decidan”.

Molina no se ha dado por vencido. Él sigue contactando a los investigadores, buscando más evidencia de que los Rangers no son los responsables del tiroteo. Y dice que comprende lo que está haciendo Oliveira Canales pero que quiere que conozca a Rangers hispanos, que le puedan mostrar una perspectiva distinta de la institución. “El pasado es algo que nunca debemos olvidar, pero también tenemos que ver cómo están las cosas hoy”.

La celebración de la boda supuestamente iba a suceder en el rancho familiar de Dionisio Maldonado, llamado Rancho Indio Muerto. Sin embargo, la alegría sería reemplazada por el duelo, cuando el hombre fue asesinado a balazos por oficiales texanos. Maldonado iba viajando con un grupo de amigos, todos tejanos de Benavides, cuando fueron atacados.

El historiador George T. Díaz llegó a la historia de los tres tejanos a través del periódico Laredo Weekly Times y de otras publicaciones, cuando estaba investigando para un libro sobre contrabando en la frontera, que publicó en 2015 y que tituló “Border Contraband: A History of Smuggling Across the Rio Grande” (“Contrabando en la frontera: una historia de el tráfico a través del Río Bravo”).

Quienes escribieron la noticia en ese entonces no dejaron espacio a la duda en los artículos: los tres hombres eran inequívocamente contrabandistas. En su libro, Díaz llama a este enfrentamiento “el más claro ejemplo de las autoridades estadounidenses” matando a un grupo de personas de etnia mexicana y acusándolos de estar involucrados en tráfico de bienes.

Marianella Franklin Quiroga, 58

Bisnieta de Dionisio Maldonado

Pero cuando se refirió a los hombres como contrabandistas durante un evento público discutiendo su libro en el Valle de Río Grande en el 2018, se enfrentó con la objeción de Marianella Quiroga Franklin, la bisnieta de Dionisio Maldonado, uno de los hombres que mataron.

Él no fue un “tequilero,” gritó Quiroga Franklin mientras su madre levantaba un retrato pintado a color de su abuelo, con su rostro flaco y su bigote.

Ella quería corregir el récord histórico. Maldonado era un ganadero profundamente respetado –no un criminal– que viajaba regularmente a través de la frontera por razones de trabajo y familiares, dijo en una entrevista. Su muerte fue tan devastadora que su hija mayor, Cesaria Maldonado, tiñó su vestido de novia al negro cuando se casó, dicen sus familiares.

Marianella Quiroga Franklin posa en el rancho familiar en Parás, Nuevo León, México.

“Es importante reconocer que hay otro lado de la historia”, dijo Quiroga Franklin “Todavía tenemos muchos de los mismos problemas del pasado y me parece que no estamos aprendiendo a reconocer los errores, para poder seguir adelante”.

La sepultura de Dionisio Maldonado en Benavides, Texas.

Luego de la muerte de su padre, Cesaria Maldonado, en ese entonces de 17 años, casi nunca sonrió e intentó criar a sus hijos de manera que nunca fueran víctimas de algo similar, dijo ella.

Díaz dijo en una entrevista que nunca fue su intención ofender a su familia y le da crédito a su versión de los hechos.

En su libro, el investigador da cuenta de discrepancias que fundamentan sus acusaciones. Los artículos en la prensa sobre el tiroteo no mencionan la confiscación de alcohol. Los hombres, además, iban en dirección contraria, hacia el sur de México. Los contrabandistas normalmente eran interceptados en el camino hacia Estados Unidos con su botín, no cuando iban regresando. A su vez, su investigación demuestra que la mayoría de los contrabandistas valoraban la discreción y rara vez se resistían a las autoridades comenzando un tiroteo.

Marianella Quiroga Franklin con una pintura enmarcada de su bisabuelo, Dionisio Maldonado, en su casa en Mission, Texas. Ella quiere que se corrijan los registros, para mostrar que su antepasado era un ranchero de buena reputación, al que se le acusó de un crimen que, según la tradición oral, nunca cometió.

Luego de ser consultado sobre el incidente por el Post, un historiador independiente Homero Vera, encontró una entrevista grabada en 1972 a un Ranger de Texas jubilado, Lloyd David, en los archivos del sur de Texas de la Universidad Texas A&M en Kingsville. David le dijo a otro historiador oral que él estuvo en la escena del tiroteo de 1920. Él no compartió detalles sobre cómo se desarrolló el evento, pero se rió al recordar cómo le robó un pañuelo de seda y un cuchillo de mano al cuerpo de uno de los fallecidos. El botín luego sería un regalo de bodas para su mujer, dijo.

“Todo lo que tiene que ver con ese caso huele mal”, dice Díaz. “Distintas fuentes te dan distintos ángulos y te muestran una imagen diferente. Es un registro, pero no la totalidad de lo que sucedió”.

Pero Díaz dice que lo que no está claro es si fueron los Rangers o los agentes de Aduana los involucrados en la confrontación.

En esa época no era poco común ver a los Rangers, a agentes federales y a comisarios cabalgar juntos o cambiar de agencias cuando buscaban a criminales o cuando patrullaban las llanuras, de acuerdo a varios académicos. Algunos historiadores también dicen que el término “rinches”, una palabra despectiva usada en los corridos y por la gente del sur de Texas, era un insulto no solo dirigido a los Rangers, sino un concepto usado para cualquier autoridad anglosajona con una pistola y una placa.

Aunque la matanza sí sigue el patrón de los agentes policiales en la frontera en esa época, Díaz advirtió que el contrabando de licores en la ruta que siguieron los hombres era una práctica extendida. Interpretar la historia implica verificar cada fuente –incluso las historias orales– con evidencia que la pueda confirmar, explicó.

“Estas no pueden ser tomadas como si fueran un evangelio”, dijo Díaz. “Todas estas fuentes deben ser valoradas y consideradas”.

Miembros de los Rangers de Texas participan en el tiro al plato durante un evento comemorando el bicentenario de la agencia, en el sur de Texas el pasado octubre.

La lucha sobre cómo contar la historia de Texas ha emergido en repetidas ocasiones alrededor del estado, incluyendo en la Asociación Histórica Estatal de Texas (TSHA por sus siglas en inglés), una organización fundada hace 127 años..

J.P. Bryan, quien dice ser pariente del “padre” de Texas, Stephen F. Austin, dijo que cuando fue designado como director ejecutivo de la organización a fines de 2022 con la misión de estabilizar las aquejadas finanzas, descubrió una falta de equilibrio en el directorio. Por un lado, estaban los académicos, que tienden a ser políticamente más liberales en sus interpretaciones históricas, y por otro los historiadores independientes, que tienen una gama de posiciones ideológicas o son más conservadores.

El director mencionó los esfuerzos de la junta directiva para firmar una carta pidiéndole al gobernador de Texas, Greg Abbott (R), que usara su poder de veto frente a una ley que limita lo que los profesores de escuelas pueden enseñar sobre historia estadounidense y teoría crítica racial. A su vez, intentaron apoyar a un instructor de una universidad comunitaria que fue despedido al enseñar esta materia.

Bryan ve esas posturas como liberales y que limitaron un debate saludable sobre versiones opuestas de la historia de Texas en particular cuando se promueve una versión que “degrada los esfuerzos anglosajones para asentarse en la parte oeste de Estados Unidos.”

Bryan dijo que la historia de Texas está llena de relatos de personas actuando de mala manera y de algunos héroes que no siempre actuaron de manera heroica.

En ocasiones estos relatos son “pasados por alto” por los escritores –que son muchas veces hombres blancos– en los primeros borradores de la historia, Bryan reconoció.

“Nuestro objetivo real es enseñar historia de la manera más verdadera y honesta que podamos”, dijo. “Esta debería ser una fuente duradera de inspiración sobre cómo conducir nuestras vidas de la mejor manera y cómo retribuir plenamente [a la comunidad].”

Comandante Billy Jack Mims, un Ranger de Texas de la Compañía “D” muestra su pistola, durante un evento que fue parte de las celebraciones del bicentenario de la agencia el otoño pasado.

Entre aquellos que se unieron a Bryan en su intento por repensar la asociación histórica estuvieron el profesor de historia jubilado Richard B. McCaslin, quien ha escrito docenas de libros sobre personajes históricos de Texas, incluidos los Rangers. McCaslin dice que la aproximación rigurosa respecto a la investigación que él prefiere ha pasado de moda para los historiadores modernos, quienes estarían más interesados en el activismo que en los hechos.

“Esa es la línea entre los tradicionalistas y los novatos”, dice McCaslin, quien es el editor de las publicaciones de la asociación. “Para ellos, no importa lo que sucedió realmente, sino lo que la gente cree que sucedió”.

En su reciente libro sobre el capitán de los Rangers William Wright, McCaslin incluyó una breve nota aparte sobre cuando el conocido policía arrestó a Crescencio Oliveira Sr. en 1921. Oliveira Sr. había escapado de los balazos que mataron a su hijo y homónimo el año anterior. Para McCaslin, el dictamen de un jurado en este caso es prueba de que los Oliveiras pueden haber estado involucrados en actividades ilícitas, a pesar de lo que creen sus descendientes.

Los registros del Condado Webb muestran que, en el día en que su hijo fue asesinado, Oliveira padre fue acusado de “intento de asesinato” contra un grupo de inspectores de la Aduana de Estados Unidos y contra Rangers de Texas en oficio y retirados, de acuerdo a la acusación de abril de 1920 (los cargos contra Oliveira serían eventualmente retirados en 1940). No está claro por qué fue arrestado al año siguiente.

Rangers de Texas de la Compañía “D” en un evento comunitario, conmemorando el bicentenario de su agencia en Weslaco, Texas.

Ex miembros, incluyendo muchos académicos, han criticado la transformación que ha llevado la asociación. “No es la labor de un historiador ‘inspirar’ a otros,” escribió un grupo de ellos en una carta abierta en 2023 criticando el liderazgo de Bryan. “Los trabajos históricos que admiten la ‘grandeza’ de un estado o de una figura histórica no son realmente historia. Son propaganda.”

Los firmantes de la carta describieron los cambios de Bryan en la asociación y cómo estos hablan de hechos históricos como un “golpe” para “blanquear la historia.” Los líderes actuales de la asociación están basando su trabajo en la memoria y no en la historia, dijo Buenger, el profesor de la Universidad de Texas en Austin cuyo tiempo como historiador en jefe de la asociación terminó en 2023.

“Por naturaleza la memoria simplifica, elimina y destaca ciertas cosas y esconde otras cosas,” dijo Buenger. “No puedes detener la locomotora que es el desarrollo de nuevas líneas de pensamiento sobre la historia de Texas.”

Rancho Indio Muerto, el rancho familiar de Dionisio Maldonado en Parás, México, era donde este respetado ranchero se dirigía antes de ser asesinado en la frontera.

El pequeño pueblo rural de Parás, a donde se dirigían para la boda los tres hombres asesinados, todavía está marcado por el legado de sus muertes. Hay calles con sus nombres y el alcalde es descendiente de uno de los hombres.

Durante las festividades de Navidad, cuando el pueblo pasa de tener alrededor de 700 pobladores a miles de personas, el relato de sus muertes resurge. Los parientes a veces cantan el corrido que relata sus muertes.

En un fin de semana recientemente, los descendientes de Maldonado se reunieron para celebrar el cumpleaños de un pariente. Una larga fila de automóviles se alineó fuera de la casa del anciano y, minuto a minuto un nuevo grupo de familiares entró por la puerta hacia una habitación llena de tías que los saludaban besándolos. Los miembros de la familia se rieron, sentados en los antiguos muebles, rodeados de fotografías cada vez más amarillas.

No pasó mucho rato hasta que la historia de los antepasados volviera a aparecer. El tataratataratataranieto de Maldonado, Emilio Andres Hinojosa, está escribiendo una historia de no ficción creativa sobre el asesinato y ha estado investigando sobre esta tumultuosa época. Camila, la hermana de Hinojosa, enfocó el proyecto final de su primer año de universidad en estos mismos hechos.

La famila todavía sufre el dolor de las muertes de sus antepasados, dijo la estudiante. “Creo que el estado de Texas nos debe una disculpa no específicamente a nosotros sino a todos los mexicano estadounidenses y tejanos que sufrieron violencia racial,” dijo Camila. “Hay mucho más que se puede hacer para valorar y respetar nuestros relatos y nuestra historia.”

Los detalles varían un poco de familia en familia, pero la narrativa más consistente habla de un novio ansioso por casarse con su amada.

CrescencioOliveira Jr. era el prometido de María de Jesús “Chucha” Gutiérrez.

Su familia tiene buenas relaciones con otras y podía leer y escribir en español e inglés, de acuerdo con registros del censo y cartas compartidas por la familia. Aunque visitaban Parás seguido, Oliveira también trabajaba en el Rancho La Mota de los Olmos, en Benavides, Texas, el cual era propiedad de su familia materna.

Cuando el tercer protagonista de los hechos, Vicente Aguilar, murió, el granjero dejó a cinco niños huérfanos. Su madre había muerto el año anterior. Su hijo, Pedro Aguilar, no tenía más de siete años cuando debió partir a vivir con sus parientes. Él bautizó a su hija como Vicenta Reyna Aguilar, en honor al padre que casi no conoció.

Vicenta Reyna Aguilar, 83

Nieta de Vicente Aguilar

Hoy de 83 años, Vicenta Reyna Aguilar no supo los detalles del asesinato sino hasta que las autoridades del Condado Duval le entregaron la proclamación conmemorando el incidente. Había escuchado el corrido y sus suegros la habían molestado diciéndole que era la nieta de “tequileros”. Pensaba que quizás había más en esta historia, pero no sería sino hasta 2022 cuando se enteró de lo que los otros descendientes descubrieron.

Vicenta Reyna Aguilar posa para un retrato afuera de su casa en Rio Grande City, Texas.

“Los ‘rinches’ nunca se preocuparon por nosotros, los mexicanos,” dijo, mientras una lágrima desaparecía entre los cañones de su arrugada mejilla. “Y todavía no se preocupan.”

La sepultura de Vicente Aguilar en Benavides, Texas.

“Nuestro padre pagó un alto precio por esta injusticia,” dijo su hermano Sanjuanita Aguilar, de 67 años. “Tarde o temprano la verdad sale a la luz. Demoró cien años.”

Los miembros de la generación mayor de estas familias dicen que no esperan una disculpa de los Rangers. Sin embargo, seguirán contando su versión de los hechos.

Lydia Oliveira Canales, que ha dedicado décadas a tratar de conseguir respuestas por parte de los Rangers de Texas, quiere dejar su legado para las próximas generaciones. Tiene una carpeta con documentos, cartas y fotos, resguardadas con protectores de plástico para asegurarse que los hechos que ha descubierto sigan disponibles para los más jóvenes.

Sus hijos han continuado su investigación y han comenzado a establecer vínculos con otras organizaciones históricas locales,buscando apoyo.

Ella quiere que su familia y que Texas sepan que su tío abuelo no fue solo parte del daño colateral de la violencia en la frontera, sino una persona real, querida por muchos. Se necesita un ajuste de cuentas, dice, y no hay mucho que le pueda hacer cambiar de opinión.

“Es mi historia y seguiré aferrándome a ella”.

Sobre este artículo

Edición del texto por Renae Merle. Edición de fotografías por Natalia Jiménez. Edición de diseño por Madison Walls. Edición adicional de Panfilo Garcia, Jennifer Morehead y Gaby Morera Di Núbila. Apoyo adicional de Luis Velarde, Emma Kumer, Bishop Sand and Stephanie Hays. Traducción por Juan Pablo Garnham.